Luis E. Juan

Leves

Leves

Leves,
tus labios destejen
certezas antiguas,
despiertan
palabras dormidas
en rincones secretos
de mi memoria;
hacen carne anhelos
que, hasta hoy,
eran apenas sombras,
ocultos
tras el velo
con que el tiempo aguardaba,
incrédulo,
que esas imágenes,
esos fragmentos sutiles
de voluntad nunca expresada
llegaran
alguna vez
a convertirse en sueños compartidos.

Oscuros,
tus ojos le abren a los míos
el infinito abismo de un ser,
el del deseo
que latía bajo un rostro
mil veces contemplado ciegamente,
escrutado mil veces
sin hallar
la clave que se escondía en su alfabeto.

Aéreas,
tus manos vuelven las páginas
de ese libro por leer
que es tu cuerpo;
se agitan
como delicadas alas
trazando gestos menudos;
acotan el espacio,
lo llenan de la intangible paz
que es tu presencia,
haciendo que mi piel
se estremezca al presentir
la tierna certidumbre de su roce.

Y ahora,
cuando tu aliento llega
como un beso anticipado,
cerca, muy cerca ya
la melodía azul de tus cabellos,
una lágrima surca
vacilante
la soledad de mi pasado estéril:
llora los días perdidos,
las tardes en blanco
salpicadas de versos vacíos;
llora el tiempo encadenado,
los ayeres que quisieron ser
y nunca fueron,
llora
esa ignorada ausencia
de ti.

Porque mi tiempo
comienza hoy;
hoy nacen las edades,
los siglos y los presentes,
hoy toman nombre los vientos
y se iluminan las horas
que habitaremos juntos.
Y cuando, un día,
recordemos los dos
esta fecha fugaz
ajena a los calendarios,
creeremos
haber vivido sólo desde hoy,
desde ese instante feliz
en que tus labios leves,
aéreos,
oscuros,
se posen por primera vez
en los míos.


(A Maribel. Noviembre 2006)

Ilustración de Fernando Serrano

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