Luis E. Juan

Motoro
o
El motor y la patata

Farsa laboral en cuatro tiempos. Marzo 1971

1° Tiempo: ADMISIÓN
2° Tiempo: COMPRESIÓN
3° Tiempo: EXPLOSIÓN
4° Tiempo: ESCAPE

PERSONAJES:
CASILDO SIMPLICIA
SATURIO TEÓFILA
ERNESTO HOMBRE
HONORIO ESPECTADOR 1
WENCESLAO ESPECTADOR 2
LUCRECIA
CORO (5 coristas con antifaz negro)

DECORADO:

Escenario desnudo, con los fondos negros.


1° Tiempo: ADMISIÓN

    CORO.- He aquí, señores,
    el relato de sucesos cotidianos;
    de perfidias y de amores,
    de pobres y cortesanos,
    que alienta la ilusión con dulces manos.


        (Entran Casildo y Saturio por la izquierda)

    CASILDO.- Querido amigo: por fin te veo contento. ¿Te picó la mosca de la felicidad?

    SATURIO.- No, por cierto. Lo que ocurre es que por fin vivo holgadamente.

    CASILDO.- ¿Acertaste una quiniela? ¿Te tocó la lotería?

    SATURIO.- ¿Acaso no hay medios normales de obtener dinero?

        (Se sientan ambos en el suelo)

    CASILDO.- Dices bien. Pero en este mundo el capital sólo lo consiguen los ricos.

    SATURIO.- Pues bien; ya no sufro opresión económica -al menos, no tanta- porque trabajo.

    CASILDO.- ¡Qué suerte! Quien tiene trabajo lo detesta y quien no, lo envidia.

    SATURIO.- Como te decía. Trabajo en una fábrica de bio-lavantes. No me va mal.

    CASILDO.- Desde luego, no es un negocio sucio.

    SATURIO.- ¿Y tú? ¿De qué vives?

    CASILDO.- De ilusión.

    SATURIO.- ¿Es que no piensas buscar trabajo?

    CASILDO.- Hace años que no hago otra cosa.

    SATURIO.- ¿No te decides?

    CASILDO.- Me da miedo.

    SATURIO.- ¿Por qué?

    CASILDO.- Temo no hacer falta. Temo no ser admitido. temo que mis ilusiones se vengan abajo...

    SATURIO.- Imbécil. Cuanto más trabajes, mayores aspiraciones tendrás.

    CASILDO.- ¿Qué son aspiraciones?

        (Entra por la derecha un hombre fumando un gran puro.)

    HOMBRE.- ¡A ver si se apartan! No obstruyan el paso. ¡Estos vagos...! (Sale por la izquierda).

    SATURIO.- Pero ¡qué se habrá creído! ¡Si le...!

    CASILDO.- Déjalo. Déjalo que se crea superior. No lo saques de su nube.

    SATURIO.- No lo puedo creer. ¿Dónde está Casildo?

    CASILDO.- Aquí; soy yo, Saturio. Mírame. (Se ponen de pie.)

    SATURIO.- No, no eres el mismo. ¿Eres hombre? ¡Pues demuéstralo! ¿Dónde están tus ilusiones, tu fuerza? ¿Dónde tu motor? ¿Es que no reaccionas? (Agarra a Casildo por las solapas). ¿Ya no miras, como antes, cara a cara; perdiste tus agallas? ¿Es que no reaccionas? (Lo zarandea).

    CASILDO.- ¡Basta! ¿Crees que soy un inútil?

    CORO.- Parece que, por fin, Casildo se duele de la herida en su amor propio.

    CASILDO.- No; no te voy a dar la ocasión de que te rías en mi cara. Sí, tengo un trabajo. Esta misma tarde me presentaré. ¡Basta! ¡Y me admitirán! ¡Y conseguiré lo que me proponga!

    CORO.- Su ropa estará más blanca si lava con BIO-LIGNITO.

    SATURIO.- Bueno, bueno. Tampoco hay por qué exagerar.

    CASILDO.- Calla. Ya me veo jefe de personal...

        (Se oye ruido de máquinas de escribir. Casildo saca un puro del bolsillo. Cesa el ruido y suena el vals de "El Danubio Azul". Casildo se balancea al compás de la música.)

    SATURIO.- Este tío desvaría. No tiene término medio. ¡Casildo! (Cesa la música). ¿Se puede saber qué clase de trabajo es?

    CASILDO.- Trabajaré como contable. Para empezar.

    SATURIO.- Pues ya me contarás cómo te va. (Sale por la izquierda).

    CORO.- ¡Ay, si no hubiera resortes que levantasen la moral! Casildo caería aplastado.

    CASILDO.- Sueña el hombre que trabaja con alcanzar altos puestos. Sueña el que ya está en ellos con tener el mundo a sus pies. Todos sueñan. Hasta que despiertan.

    CORO. (Cantando)- ¿Dónde vas, Casildo Pérez, dónde vas feliz de ti?

    CASILDO. (Cantando)- Voy en busca de un trabajo que en una revista vi. (Sale por la derecha).

        (Pausa. Los del coro se sientan en el suelo. Entran por la izquierda dos hombres, Wenceslao y Ernesto, con una mesa y una silla y las dejan en medio del escenario. Wenceslao se sienta.)

    WENCESLAO.- Tráigame los teléfonos y los papeles.

    ERNESTO.- Sí, señor director. Con su permiso, señor director. (Hace un par de reverencias y sale).

        (Wenceslao se pone a fumar en pipa. Enseguida entra Ernesto con cuatro teléfonos y un montón de papeles. Coloca todo encima de la mesa.)

    ERNESTO.- ¿Desea algo más, don Wenceslao?

    WENCESLAO.- No. Puede irse.

    ERNESTO.- Con su permiso, señor director. (Hace una reverencia y se va por la izquierda).

    CORO.- Sí, señor director, señor director. Lave con BIO-LIGNITO, señor director.

    WENCESLAO.- Veamos. Si mal no recuerdo, se han presentado dos aspirantes a contables. Unos ineptos, seguro. Pero, ¡en fin!, necesito un contable. ¡Ernesto! (Entra Ernesto por la izquierda.)

    ERNESTO.- ¡A sus órdenes...!

    CORO.- ¡...señor director!

    WENCESLAO.- ¿Han venido ya los aspirantes?

    ERNESTO.- Sí, señor.

    WENCESLAO.- Hágalos entrar.

        (Sale Ernesto por la izquierda y entran Casildo y Honorio por el mismo lado, con una silla cada uno.)

    WENCESLAO.- Tomen asiento. (Los otros lo hacen). Como sólo hay un puesto y son ustedes dos, haremos una prueba. Efectúen estos cálculos.

        (Les entrega unos papeles. Casildo y Honorio se ponen a hacer números rápidamente.)

    CORO.- ¿Quién asumirá el puesto? ¿El que tenga más enchufe? Dentro de un momento lo sabrá el coro. Mientras tanto, ¡vivan la perdiz y el loro!

        (Pausa. Casildo y Honorio escriben a toda velocidad.)

    WENCESLAO.- Vale. Denme ya los papeles. (Se los dan. Los ojea y compara). No habrán copiado, ¿verdad?

    CASILDO.- Hombreee...

    WENCESLAO.- Vaya, vaya...

        (Entran Teófila, Lucrecia y Simplicia por la derecha.)

    WENCESLAO.- ¡Vaya, hombre! ¡Ya está aquí el camión con sus remolques!

    TEOFILA.- ¡Querido...!

    WENCESLAO. (Imitando la voz de Teófila)- ¡Querida...!

    CORO.- ¡Queridoooos...!

    TEOFILA.- Vengo a que me firmes este cheque. (Se lo da). Verás. Es que he hecho algunos arreglos en el coche para que hiciera juego con mi peinado...

    WENCESLAO.- ¡Pues que te lo firme tu madre, rica! (Arroja el cheque al suelo).

    TEOFILA.- No seas cruel. (Lo recoge y se lo vuelve a entregar). Anda...

    WENCESLAO. (Al público)- ¿Lo firmo?

    ESPECTADOR 1.- Fírmelo, fírmelo, que si no igual le acusa de crueldad mental.

    WENCESLAO.- Pero ¡si es éso lo que quiero, precisamente! ¡A ver si me libro de ella de una vez! (A Teófila). ¡No! No lo firmo.

    TEOFILA.- Está bien. (Hace un puchero). Lo pagaré yo. (Lo recoge).

    SIMPLICIA.- ¡Papáaa!

    TODOS, incluso el CORO.- ¡¿Quéee?!

    LUCRECIA y SIMPLICIA.- ¿No nos presentas?

    WENCESLAO.- Bueno. (Se ponen todos de pie. Suena "La Marsellesa". Cesa. Se sientan. A sus hijas:) Casildo, Honorio. (A éstos:) Simplicia, Lucrecia. ¡Hala! ¡Ya está!

    SIMPLICIA.- ¿Cuál es el contable?

    WENCESLAO.- Lo echaremos a suertes. (Se pone de pie y saca una moneda).

    CASILDO.- Cara.

    CORO.- Barata.

        (Wenceslao tira la moneda al aire y la recoge.)

    WENCESLAO.- Cara.

    LUCRECIA.- ¡Anda, que si hubieran sido tres...!

    WENCESLAO. (A Casildo)- A partir de este momento es usted contable de BIONIVELES, S.A. Percibirá un sueldo de tantas pesetas. Tendrá derecho a seguros de enfermedad y resbalones y a un felpudo. Si está casado, recibirá además pluses y blusas y tres puntos por cada morrada que se pegue.

    HONORIO.- ¡Esto es injusto!

    CORO.- ¡A callarse!

        (Honorio sale muy enfadado por la derecha.)

    WENCESLAO.- Ahora, déme sus referencias.

    CASILDO.- Están encima de la mesa.

    WENCESLAO.- ¿Cuál? ¿El bocadillo?

    CASILDO.- No, hombre; los papeles.

    WENCESLAO.- ¡Ah! ¡Esos ya los leí!

        (Salen todos, excepto el coro, corriendo tumultuosamente, por la derecha.)

    CORO.- Nos alegramos de la suerte de Casildo. Ha aprobado la admisión. ¿Podrá con la compresión?

        (Salen los coristas corriendo por la izquierda. TELÓN durante 15 segundos.)


2° Tiempo: COMPRESIÓN

        (Casildo está sentado, escribiendo, detrás de la mesa. Encima de ella, muchos papeles y un teléfono.)

    CORO. (Desde fuera de escena)- ¿Se puede?

    CASILDO.- Pasen, pasen.

        (Entran los del coro. Pausa.)

    UN CORISTA.- ¡Jolines, toda la obra de pie!

    CASILDO.- Pero... siéntense, siéntense.

        (Los del coro se sientan en el suelo.)

    CORO.- Parece que prospera, ¿eh?

    CASILDO.- Eso parece. ¿Raíz cuadrada de 40.231.111,84, por favor...?

    CORO.- 6.342,8

    CASILDO.- Gracias.

        (Entra Wenceslao por la izquierda.)

    WENCESLAO.- No, no se levante. Buenos días.

    CASILDO.- Buenos días, señor director.

    WENCESLAO.- ¿Tiene ya los expedientes de PAPELERA HIGIÉNICA, S.A.?

    CASILDO.- Sí señor. Tome. (Le da unos papeles).

    WENCESLAO.- ¿Y los de TONTO Y CHAPARRO, S.C.?

    CASILDO.- También. (Le da más papeles).

    WENCESLAO.- ¿Tiene también los de LA UNIÓN DE FÉLIX, los de CATARROSA, los de FUNERARIA LA VIVILLA, los de LABORATORIOS LIBORIOS y los de TEJIDOS DESCOSIDOS, S.L.?

    CASILDO.- ¡Uuuf! Sí, los tengo. (Entrega a Wenceslao un montón enorme de papeles).

    WENCESLAO.- Bien. Tómese 15 segundos de descanso. (Sale por la izquierda con todos los papeles.)

    CORO.- ¡Menudo negrero!

    CASILDO. (Se levanta y bosteza)- ¡Bueeeeh...!

    CORO.- Que aproveche.

        (Entra Ernesto por la izquierda con un montón de papeles y los deja sobre la mesa.)

    ERNESTO.- Aquí te dejo esto para que no te aburras. Tienen que estar listos en dos horas.

    CASILDO.- ¡No!

    CORO.- ¡Sí!

    CASILDO.- ¡Esto es un abuso!

    ERNESTO.- Ordenes son órdenes. (Sale por la izquierda).

    CASILDO.- Le tengo unas ganas a este tío...

        (Casildo se pone a escribir. Pausa. Entra Lucrecia por la derecha.)

    LUCRECIA.- ¡Hola!

    CASILDO.- ¿Qué hay?

    LUCRECIA.- ¿Tiene mucho trabajo?

    CASILDO.- ¡Uf! ¡Muchísimo!

    LUCRECIA.- Entonces, me voy.

    CASILDO.- No, si no me molesta.

        (Lucrecia se sienta en una silla.)

    LUCRECIA.- ¿Tiene hijos?

    CASILDO.- No. ¿Por qué lo pregunta?

    LUCRECIA.- Como trabaja tanto...

    CASILDO.- Es que tengo muchas ambiciones.

    LUCRECIA.- Pues dicen que eso da más guerra todavía.

        (Pausa. Entra Simplicia por la derecha.)

    SIMPLICIA.- ¡Os he pillado! ¡Os he pillado!

    LUCRECIA.- ¿Será imbécil? ¡Vete a freír espárragos, anda!

    SIMPLICIA.- ¿A que se lo digo a papá?

    LUCRECIA.- ¿A que te tiro el teléfono? (Lo coge y levanta. Simplicia sale por la derecha. Lucrecia deja el teléfono.) ¡Dios nos libre de una hermana tonta! Claro, como es la pequeña...

    CORO.- La víbora es una serpiente pequeña.

        (Pausa.)

    LUCRECIA.- ¿Está casado?

    CASILDO.- No.

    LUCRECIA.- ¿Tiene novia?

    CASILDO.- No. (Levanta la vista y se queda mirando a Lucrecia).

        (Pausa. Suena el vals de "El Danubio Azul". Se levantan, sin dejar de mirarse. Casildo coge la mano de Lucrecia. La música aumenta de volumen. Se ponen a bailar el vals. Transcurren unos 15 segundos. Wenceslao aparece por la izquierda.)

    WENCESLAO.- ¡Lucrecia!

        (Un golpe de timbal corta la música. Casildo se sienta, deprisa.)

    WENCESLAO.- ¡Ven conmigo y no interrumpas a ése!

        (Lucrecia sale de la mano de Wenceslao por la izquierda. Suenan los primeros compases de la "5ª Sinfonía" de Beethoven.)

    CASILDO.- ¡Jé! (Tira los papeles al suelo).

    CORO.- Pues sí que... A quien se arredra al primer golpe adverso le pasa como a la mona.

    CASILDO.- ¿Qué le pasó a la mona?

    CORO.- Que mordió sólo la cáscara y se quedó sin comer.

    CASILDO.- Es verdad. (Recoge los papeles del suelo y vuelve a sentarse a escribir).

    CORO.- ¡Oh constancia! ¡Cuántas veces te escapas por las rendijas!

        (Pausa. Aparece Saturio por la derecha.)

    SATURIO.- ¡Caramba, caramba! Hasta tendrás novia y todo...

    CASILDO.- ¡Hola, hombre! Siéntate un rato.

    SATURIO. (Sentándose)- ¿Y bien?

    CASILDO.- Bien.

    SATURIO.- ¿Ves como yo tenía razón?

    CASILDO.- Lo reconozco.

    SATURIO.- Desde ahora, tendrás un tejado de billetes. ¿Qué tal te tratan?

    CASILDO. (Inseguro)- Bien.

    CORO.- ¿Por qué ese resentimiento?

    CASILDO. (Más seguro)- Bieeen.

    SATURIO.- Ya veo que tienes bastante trabajo.

    CASILDO.- Tanto como aspiraciones.

    SATURIO.- A mí me ascendieron el otro día.

    CASILDO.- Yo también lo espero. Estoy haciendo horas extraordinarias. Ya han pasado por mis manos cientos de millones en números.

    SATURIO.- Mientras no te atosigues... (Pausa). A propósito, ¿ganas mucho?

    CASILDO.- Para mí, sí.

    SATURIO.- ¿Otra vez vuelves a conformarte?

    CORO.- Ya está aquí la chispa.

    UN CORISTA.- Pincha, pincha.

    CASILDO.- ¡Hombre...! Por ahora me basta.

    SATURIO.- Ahora, ahora. ¿Y el futuro? ¿No piensas en el futuro? Porque un día te casarás y, entonces...

    CASILDO.- ¿Y qué quieres que haga?

    SATURIO.- ¿Tengo que decírtelo? ¡Exige más sueldo!

    CASILDO.- ¿Tú crees...?

    SATURIO.- ¿Por qué dudas?

        (Pausa.)

    CASILDO.- Creo que tienes razón.

    SATURIO.- Bueno. (Se levanta). No te entretengo más. Me voy. Que tengas suerte. (Camina hacia la derecha).

    CASILDO.- Adiós.

        (Sale Saturio. Pausa.)

    CORO.- El ánimo exacerbado es difícil de dominar.

        (Casildo se levanta. Hace como si hablara con alguien, gesticulando hacia el otro lado de la mesa.)

    CASILDO.- Señor director: Me permito solicitarle un aumento de sueldo, porque he comprobado que el que tengo no satisface mis aspiraciones. (Se sienta rápidamente y cambia de voz). Vaya, vaya, vaya. ¿Y... cuánto quiere? (Se pone de pie, como antes. Mientras habla entra Wenceslao por la izquierda). ¡El doble! ¡Quiero el doble!

    WENCESLAO.- ¿El doble? ¿De qué?

    CASILDO. (Se sienta, atemorizado)- No, no..., de nada...

    WENCESLAO.- Me parece que aún no tiene suficiente trabajo... ¡Aquí se viene a producir! (Sale por la izquierda).

    CASILDO.- ¡A producir sinsabores!

    CORO.- ¡Eso!

        (Entra Ernesto por la izquierda con un montón de papeles.)

    ERNESTO.- Te traigo más expedientes. Órdenes del jefe.

    CASILDO.- ¡Más todavía! ¡Como si fueran pocos los que tengo!

        (Ernesto deja los papeles sobre la mesa y sale por la izquierda.)

    CORO.- He aquí la transformación de la decepción en ira y de la ira, en odio.

        (Suena de nuevo el comienzo de la "5ª Sinfonía" de Beethoven. Casildo retuerce furiosamente las manos. Baja el volumen de la música.)

    CASILDO.- ¡Esto no va a quedar así! Es injusto. (Revuelve los papeles). Expedientes, expedientes. Operaciones, cuentas... (Sube el volumen de la música).

    CORO. (Rítmicamente)- Expedientes, trabajo; ilusiones abajo.

    CORISTA 1.- Expediente de MINAS CUPROSAS.

    CORISTA 2.- Expediente de LAVADORAS SUCIAS, S.A.

    CORISTA 3.- Expediente de MAQUINAS DE COSER SIGILOSAS.

        (Van aumentando a la vez el volumen de la música y el de las voces.)

    CORISTA 4.- ¡Expediente de CALCETINES OLORIN!

    CORISTA 5.- ¡Expediente de COLONIAS INGLESAS!

    CORO.- ¡Expedientes, expedientes, expedienteees...!

        (Casildo se ha adelantado al centro del escenario, cubriéndose los oídos con las manos.)

    CASILDO.- ¡No! ¡Nooo...!

        (Se cierra muy rápidamente el TELÓN, aprisionando a Casildo. Suena el final de la "Obertura Leonora n° 3" de Beethoven. Casildo cae hacia atrás y desaparece tras el telón. Cesa la música. Los coristas salen del escenario y se van a sentar al patio de butacas.)

INTERMEDIO


3° Tiempo: EXPLOSIÓN

        (Sin abrirse el telón, sale un corista al escenario con una pelota de papel en la mano.)

    CORISTA.- A partir de este momento, la tragedia sube de tono. Los cardíacos, por favor, salgan fuera. Los demás, que se agarren a sus butacas. Cuando se les pregunte, podrán decidir el final de la obra levantando o bajando el pulgar, como en el circo. (Pausa). ¡A ver quién lo coge!

        (Tira al público la pelota de papel. Dentro irá escrito: "¡Cuidado con las explosiones!". El corista desaparece tras el telón. Se abre éste. Pausa larga. Se vuelve a cerrar. Aparece de nuevo el corista.)

    CORISTA.- El autor se ha dormido.

    ESPECTADOR 2.- ¡Eso habrá que verlo! (Se levanta, sube al escenario y desaparece tras el telón con el corista).

        (Pausa. Se abre el telón y suena un timbre.)

    SATURIO. (Desde fuera de escena)- ¡Vaaa!

        (Entra Saturio por la derecha con dos sillas, las deja en medio del escenario y sale por el otro lado. Vuelve a aparecer acompañado del espectador.)

    SATURIO.- ¿Qué deseaba?

    ESPECTADOR 2.- Soy médico.

    SATURIO.- Siéntese, por favor. (Se sientan).

    ESPECTADOR 2.- Soy médico. Me han dicho que su amigo Casildo está enfermo. ¿Qué le pasa?

    SATURIO.- Se le podría llamar "expedientitis". Pero, no se preocupe, no está en cama. Por cierto, ¿qué estará haciendo? La obra debería continuar y tendría que haber llegado ya.

    ESPECTADOR 2. (Se levantan los dos)- Bueno, pero ¿se despertó ya el autor?

    SATURIO.- No; pero ya se despertará, ya.

    ESPECTADOR 2.- ¡Hasta luego! (Baja al patio de butacas y se sienta en la suya).

        (Saturio se sienta, saca un periódico del bolsillo y se pone a leer. Pausa. Suena una fuerte explosión. A Saturio se le cae el periódico de las manos y se pone en pie. Entra Casildo por la izquierda, muy despacio y mirando a su alrededor.)

    SATURIO.- ¡Caramba! ¡Casildo!

    CASILDO.- Adivina con quién he estrenado esto. (Saca un revólver del bolsillo y lo muestra).

    SATURIO.- ¡No!

        (Ambos quedan completamente inmóviles. Sale a escena un corista. Coge de las manos de Casildo el revólver y dispara al aire. Luego tira el revólver al suelo.)

    CORISTA.- ¡Vengan todos!

    CORO. (Entrando por la derecha)- ¡La opresión! ¡La ira! ¡El desatino!

        (Rodean a Casildo y Saturio. Se los llevan, prisioneros, por la izquierda. TELÓN durante 15 segundos.)


4° Tiempo: ESCAPE

        (Entran por la derecha cuatro coristas transportando dos mesas y dos sillas y un quinto con dos sillas más. Colocan todo en el escenario: las mesas en el centro, atrás, con sus sillas; las otras dos sillas, una delante de otra mirando al centro, en la derecha. Se sientan en ellas dos coristas. Los otros tres salen por la derecha. Dos de ellos vuelven a entrar con una silla cada uno, colocándolas simétricamente a las otras, a la izquierda. Luego salen de escena por ese lado. Entran por la izquierda Lucrecia, Teófila y dos coristas llevando preso a Casildo. Se sientan. Pausa. Por la derecha entra el último corista y todos se levantan. A continuación se vuelven todos a sentar, excepto los dos coristas que custodian a Casildo.)

    CORISTA-JUEZ.- Se abre la sesión.

    CORISTA-FISCAL.- Con la venia. (Se levanta). No haré preguntas. Sólo expondré hechos. He aquí un hombre que, llevado de sus malos instintos, ha cometido un horrible crimen.

    TEOFILA.- ¡Viuda me ha dejado! (Llora. Al público:) ¡Qué a gusto me quedo!

    CORISTA-JUEZ. (Golpeando la mesa)- ¡Orden y silencio! Continúe.

    CORISTA-FISCAL.- Con la venia. (Al público:) Y bien, señores del Jurado, ¿vamos a permitir que las leyes de nuestros mayores se salten a la torera? Porque tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe y más vale pájaro en mano (señala a Casildo) que ciento mirando (señala al público).

    CORISTA-JUEZ.- ¡Señor fiscal! ¡Limítese!

    CORISTA-FISCAL.- ¡Ejem! (Al público:) Pido, señores del Jurado, la pena máxima.

    ESPECTADOR 1.- ¡Eso, eso, el penalty!

    CORISTA-JUEZ. (Saca un revólver)- ¡Ordeeen! (Dispara al aire. Cae una patata). ¡Ordeeeen...! (Dispara de nuevo. Cae otra patata). ¡Oficial, recoja esas patatas!

        (Un corista-oficial las recoge y se las entrega al corista-juez. Este se las arroja al corista-fiscal, quien las esquiva y por fin se sienta.)

    CORISTA-JUEZ.- Abogado, su turno.

    CORISTA-ABOGADO. (Se levanta)- Con la venia, interrogaré a los testigos. (Se acerca a Teófila). Le recuerdo que está bajo juramento. ¿En qué se funda para acusar a mi defendido?

    TEOFILA.- ¡Toma! En que oí un disparo y le vi saliendo del despacho de mi marido con una pistola en la mano.

    CORISTA-ABOGADO.- Pero eso no prueba que fuera Casildo quien lo matara. Dígame, ¿no es cierto que a usted le convenía la muerte de su marido?

    TEOFILA.- ¡Huy! Pero ¿qué se ha...?

    CORISTA-JUEZ. (Golpeando la mesa)- ¡Señor abogado...!

    LUCRECIA. (Interrumpiendo)- ¡Claro que sí! ¡Dilo, mamá!

    CORISTA-ABOGADO.- Y ahora está muerto, ¿no?

    TEOFILA.- Sí..., supongo.

    CORISTA-ABOGADO.- ¡Ah, supone! Señorita Lucrecia, ¿quiere usted que se condene a Casildo?

        (A la vez:)

    TEOFILA.- ¡Sí!

    LUCRECIA.- ¡No!

    CORISTA-ABOGADO. (Al público:)- Ya ven, señores del Jurado. Ni siquiera saben si el muerto está muerto y tampoco están de acuerdo en el pleito. Además, aunque mi defendido fuera culpable, ¿quién sería capaz de aguantar lo que él aguantó?

    CORISTA-FISCAL.- ¡Protesto!

    CORISTA-JUEZ.- ¿Usted también? ¿De qué protesta, vamos a ver?

    CORISTA-FISCAL.- Aquí tengo (saca un papel del bolsillo) el dictamen del forense.

    TEOFILA.- ¿Qué dice? ¿Qué dice?

    CORISTA-FISCAL.- Tome su señoría. (Entrega el papel al corista- juez).

    CORISTA-JUEZ.- ¡Ejem! (Se levanta). Veamos. (Lee). "Gijón- Mallorca, 2". ¡Qué falta de respeto! ¡Esto es una quiniela! Y, además, ¡poner perdedor al Gijón! (Tira el papel al suelo con desprecio).

    CORISTA-FISCAL.- Perdone, su señoría. Es este otro. (Saca otro papel del bolsillo).

    CORISTA-JUEZ. (Arranca el papel de manos del corista-fiscal)- ¡Hum! Aquí dice que don Wenceslao sufre un ataque de catalepsia.

    TEOFILA.- ¡Adiós herencia!

    CORISTA-FISCAL.- Con la venia. ¿Y el revólver?

    CORISTA-ABOGADO.- Es ese que tiene su señoría.

    CORISTA-JUEZ. (Empuñándolo)- ¿Este? (Dispara al aire. Cae una patata). Pero si éste es un revólver de juguete...

    CORISTA-FISCAL.- Con la venia. Esto me huele mal. Como yo he venido aquí a acusar, acuso ahora a Casildo Pérez de complicidad con doña Teófila Garrido para matar de un ataque cardíaco a don Wenceslao Zopas y cobrar la herencia para luego repartírsela. (Se sienta).

    CASILDO, TEOFILA y CORISTA-ABOGADO.- ¡Protesto!

    CORISTA-JUEZ. (Golpeando la mesa con la pistola)- ¡Ordeeen! Ya hemos oído bastante. (Se levanta). ¡Póngase en pie el acusado! (Casildo obedece. Al público:) Señores del Jurado. ¿Tienen la bondad de expresar su veredicto con el pulgar arriba o abajo?

        (Pausa. Si el veredicto es "inocente"- mayoría de pulgares hacia arriba-, continúa el Final 1. Si es "culpable"- mayoría de pulgares hacia abajo-, el Final 2.)


FINAL 1 (inocente)

    CORISTA-JUEZ.- El veredicto es "inocente". (A Casildo:) Se le retiran todos los cargos. Puede largarse. Pero, oiga, ¿me puedo quedar con la pistola?

    CASILDO.- Sí, por supuesto. Yo ya tengo otras tres.

        (Se levantan todos y salen por izquierda y derecha llevándose mesas y sillas, quedando solos en el escenario Casildo y Lucrecia, que se acercan el uno al otro.)

    LUCRECIA.- Casildo...

    CASILDO.- Lucrecia... Bendigo los malditos expedientes que nos unieron... (Se toman de las manos).

        (Comienza a sonar El Danubio Azul y se ponen a bailar. Al poco, los coristas atraviesan el escenario de izquierda a derecha llevando en procesión a Wenceslao, rígido, sobre los hombros. Sigue la música. Un hombre atraviesa el escenario en el mismo sentido.)

    HOMBRE. (Con desprecio)- ¡Bah! ¡Soñadores!

        (Se van a besar. Entra rápidamente el coro por la derecha y se pone delante de ellos, ocultándolos al público.)

    UN CORISTA.- ¡A ver esa luz!

        (Se apaga la luz del escenario. Se cierra el TELÓN, pero continúa la música. El espectador 1 se levanta del patio de butacas y entra al escenario. Se oye una bofetada y un "¡ay!" tras el telón y sale el espectador doliéndose de la mejilla, regresando a su sitio. Cesa la música.)


FINAL 2 (culpable)

    CORISTA-JUEZ.- El veredicto es "culpable". (A Casildo:) Se le declara culpable de intento de asesinato en decimotercer grado y se le condena a cinco años y una semana de prisión mayor, con derecho a cocina. Se levanta la sesión.

        (Se levantan todos y salen por izquierda y derecha llevándose mesas y sillas, quedando solos en el escenario Casildo y Lucrecia y los dos coristas-oficiales.)

    CASILDO. (Se acerca a Lucrecia)- ¿Me esperarás?

    LUCRECIA.- Sí. (Pausa). Creo.

        (Suena "El Danubio Azul".)

    CASILDO.- Serán cinco años como cinco siglos...

        (Pausa. Se quedan frente a frente. Los coristas- oficiales se acercan a Casildo.)

    CORISTA-OFICIAL.- ¡Vamos!.

        (Agarran a Casildo de los brazos. Suena el comienzo de la "Toccata y Fuga en Re Menor" de Bach. Salen, despacio, por la derecha. Lucrecia se queda sola y los sigue con la mirada. Luego se vuelve hacia el público.)

    LUCRECIA. (Haciendo un puchero)- Eso era lo que querían, ¿no?

        (Se cierra lentamente el TELÓN y cesa la música.)

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